jueves, 13 de agosto de 2015

Bulling


La violencia entre los humanos crece de manera vertiginosa debido a la manera que la tecnología va haciendo una clientela cautiva adicta a juegos de internet en los que se premia a los malvados (dándole "vidas"para seguir matando), cuyo anonimato es asegurado en las redes sociales y telefonía móvil.
¿Existe una iglesia ajena al bullying?
La violencia mediática, social y política se ha instalado dentro de las paredes del sitio de reunión de las iglesias locales. Podrán negarlo, pero hay cristianos que practican el bullying con otros hermanos en la fe. Algunos de manera sutil, otros abiertamente, aunque siempre haciendo uso de una jerigonza "bíblica", el acoso sistemático existe desde que comenzó a predicarse el Evangelio de Jesucristo. Esto fue anticipado y advertido por el propio Señor en su ministerio terrenal.
En muchas iglesias que se denominan "cristianas o "evangélicas" (o ambos adjetivos juntos) se enseñan doctrinas que no son bíblicas sino humanistas. Eso ya es una forma de acoso permanente y muy dañino
¿Quiénes son los actores del bullying en las iglesias?
No es necesario analizar las doctrinas que se enseñan, el solo hecho de ver qué hacen algunos líderes con las personas que asisten a sus muy promocionados cultos, es suficiente para discernir si practican el Evangelio de Jesucristo u otro falso.
Deberíamos preguntarnos seriamente, por qué hay sitios donde el ritual consiste en que la gente ruede por el suelo, aúlle, se sacuda con estertores típicos de electrocutados o rían como locos dando interminables carcajadas y se abracen de a dos o más como si estuviesen borrachos, estas mismas escenas se repiten la mayoría de las veces que se reúnen. Hay mucha agresión verbal, psíquica, física, visual. Parecen actos de Esoterismo más que reuniones de santificados por Jesucristo.
Los líderes gritan órdenes al aire con palabras ininteligibles, hacen signos esotéricos con sus dedos y poco o nada parecen preocuparse de que la persona a la que maneja como a indefenso títere es la misma que él dijo haber liberado de malos espíritus la noche anterior, en medio de aplausos y amenes. Con mi esposa hemos concurrido a esos cultos y, al finalizar uno de ellos en los que solo se dio un sermón y se cantaron alabanzas, alguien nos comentó: "hoy el Espíritu no se ha movido como otras veces, siento como que faltó algo", en un tono entristecido con el cual intentaba justificar un acto fallido.
No estoy describiendo este problema para que juzguemos y condenemos a las personas involucradas, sino para que el Espíritu Santo nos ayude a discernir si trabajan para Jesucristo, para sí mismos o para otro. Dios ha condenado al pecado y desea santificar a sus hijos e hijas en la persona de Jesucristo; Él será quien juzgará según hayan sido nuestras obras y dará a cada cual su recompensa .
El agresor.
Por una cuestión de oportunidad, no hablaremos de personas que son agresivas porque sufran de un desorden emocional y de conducta; esos son casos para psicólogos, neurólogos y rehabilitadores.
El agresor al que nos referiremos es un varón o una mujer, de personalidad extrovertida, de carácter fuerte y autoritario, que se impone con facilidad sobre los demás y acosa repetidamente a una o más personas.
Puede ejercer un liderazgo heredado de un familiar misionero o predicador, o por haberlo recibido de un superior de su denominación; o por capitalizar el hecho de haber estado durante cierto tiempo colaborando con un líder de mayor carisma. Hace gala de sus logros mostrando números estadísticos progresistas ante sus pares de otras iglesias y se presenta como un mimado de Dios y poseedor de una alta autoestima. Puede estar convencido de que sus actitudes son las correctas porque nadie se atreve a mostrarle su error; o es consciente de lo que hace y disfruta de los resultados que obtiene. Sabe elegir a sus colaboradores cercanos, casi todos ellos de carácter Sumiso, hasta convertirlos en recaderos y cómplices de sus agresiones. Conoce bien el lado débil de la mayoría de los miembros de su iglesia y lo explota para hacerse cada vez más fuerte.
La víctima.
Hay dos tipos de víctima: la pasiva y la activa.
Víctima pasiva. Tiene una personalidad introvertida, reservada; revela timidez y hasta cierta tristeza. Suele ser inteligente, pulcra pero sencilla en su manera de vestir y acicalarse, pero tener una baja autoestima. Puede provenir de familias deshechas por divorcios, agresiones o los efectos de la crisis económica. En algunos casos la víctima tiene un pasado marcado por costumbres "difíciles de abandonar": haber estado acusada de conductas deshonestas, haber sido adicta dependiente, haber mantenido relaciones de pareja tortuosas y de sometimiento. En otros, puede ser alguien que padezca de alguna minusvalía psicofísica leve o moderada.
Víctima activa. Pero, puede darse el caso de que sea una persona despierta, perspicaz, que no calla lo que Piensa –generalmente cuando está en desacuerdo con cosas incorrectas que se dicen o hacen a su alrededor- y que, por esa causa despierte celos, envidia, murmuraciones y hasta peleas entre quienes están a favor y en contra. Podría ser alguien que tiene una buena formación secular, pero que quizás provenga de familias de no creyentes; y, si proviniese de un hogar cristiano, tal vez posea la sabiduría que le permita discernir entre lo verdadero y lo falso. Una persona que es como una luz roja con alarma para el agresor. Porque no admite que dirigirá sus mejor planificados acosos para ponerla en evidencia desde el púlpito y en otras ocasiones, para provocar una mirada acusadora hacia ella de parte del resto.
El grupo partícipe necesario.
El grupo está formado por todo tipo de personalidades. La mayoría – que está compuesta de creyentes y de simpatizantes no creyentes- está en la iglesia porque allí se "siente mejor que en la calle o la sociedad de afuera". El grupo necesita de un liderazgo, de un programa y de algún tipo de contención. Para los integrantes de ese grupo, por lo menos hasta que se den cuenta si les conviene o no, eso es lo que hay.
Generalmente, en todo grupo hay subgrupos: pequeños o no tan pequeños; en cada uno de ellos se enfatizan ciertos rasgos comunes que lo diferencia del resto. Pero, entre todos, se someten a la autoridad máxima del agresor.
Es posible encontrar en el grupo a algunos agresores potenciales que dirigen a uno o más subgrupos imitando al agresor principal para ser reconocido por éste y pasar a formar parte de su circulo íntimo y antidemocrático.
El Señor Jesucristo se opuso al bullying
"!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros."
El proselitismo puede convertirse en la peor forma de acoso. Aquellos iban detrás de la gente para poder someterlos y explotarlos con sus demandas y prohibiciones humanas. De la misma manera, insistir una y otra vez a una persona para que venga a nuestros cultos es hacer lo mismo que los escribas y fariseos cuando reclutaban prosélitos.
¿Por qué razón debería alguien venir al sitio donde practicamos nuestra liturgia?
¿Tan errados estamos por creer que es en un sitio determinado donde la gente puede tener un encuentro personal con Dios? Y que ese sitio es justo donde yo me congrego ja,ja,ja,
¿Creemos que el lugar donde nos reunimos asiduamente, en el que exhibimos su habilitación legal - con satisfacción no exenta de cierto orgullo - es realmente "casa de Dios", "lugar santo", "morada del Espíritu"?
Si eso creemos ¿nunca lo profanamos con nuestros pensamientos y actitudes, tal como Israel profanó hasta el cansancio el templo de Salomón?
¿No es mejor para nuestros familiares, vecinos, compañeros de trabajo o estudio mostrar la VIDA de Cristo en nosotros mismos allí donde nos encontremos con ellos? ¿Nos preocupan más ellos que nosotros?
No hay un solo sitio donde se reúnan los cristianos donde todo sea "color de rosa", aunque pinten de ese color el edificio, por fuera y por dentro.

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